Mané Castro Videla - Mujer Poeta y Artista Plástica Argentina - Española

jueves, 26 de julio de 2012

Depresiones endógenas

La apreciación de Leonhard en 1957 acerca de dos tipos de depresiones endógenas sustancialmente diferentes ha dado lu­gar a numerosos estudios en los últimos años (Viera y Gastó, 1997). Mientras que en las depresiones bipolares alternan los períodos melancólicos con otros maníacos o hipornaniacos, se consideran unipolares aquellos trastornos depresivos endóge­...nos que han presentado varias fases melancólicas consecutivas sin episodio maníaco o hipomaníaco intercurrente (Perris es­tableció el límite de tres). Como veremos a continuación, exis­ten numerosas pruebas que apuntan hacia la naturaleza distin­ta de ambos trastornos (tabla 32-4), a pesar de que algunos autores solventes como Kendell (1977) no consideran resuelto el problema por existir escasas diferencias genéticas y clínicas.
Los estudios genéticos indican un mayor riesgo de morbi­lidad en primer grado en los pacientes bipolares. Además, los trastornos bipolares tienden a iniciarse más precozmente, van asociados con más problemas matrimoniales y alcanzan un mayor nivel de formación que los unipolares.
Los estudios objetivos de personalidad sitúan a los pacientes unipolares más cerca de las personalidades neuróticas, mientras que los bipolares, una vez recuperados del trastorno, no manifiestan rasgos patológicos de personalidad y se muestran extroverti­dos, afectuosos y seguros de sí mismos.
las diferencias clínicas son poco notables, aunque se han destacado las somatizaciones y la ansiedad como más propias de las formas unipolares, y los actos suicidas como más fre­cuentes en los pacientes bipolares.
En defensa de la separa­ción de ambos trastornos se destaca aspectos clínicos comu­nes y otros diferenciales. Entre las características comunes se refiere: curso periódico, número de fases limitadas, episodios breves, extensión constante del episodio, acortamiento de los intervalos sanos y extensión de la primera fase independiente del isómero de episodios posteriores. Entre los aspectos dife­renciales se destaca que los trastornos bipolares se manifiestan más precozmente, son episodios más cortos y presentan recaí­das más frecuentes, períodos entre crisis más cortos y un índi­ce menor de frecuencia que las formas unipolares.
Desde un punto de vista fisiológico, la amplitud media de los potenciales visuales tiende a estar aumentada en los depresi­vos bipolares respecto a los unipolares, esquizofrenias y nor­males. Por otra parte, la excreción de 5-hidroxicorticosteroides, la excreción urinaria ele MI-IPG y los niveles plaquetarios de MAO son más bajos en los pacientes bipolares que en los uni­polares. Finalmente, los bipolares muestran una menor excre­ción de esteroides urinarios y menor acortamiento de la laten­cia REM, mientras que los unipolares tienen menor respuesta de TSH a la estimulación de TRH y una reducción más marca­da de la actividad de COMT eritrocitaria, así como diferente inervación noradrenérgica central Bauman y cols., 1999) y distinta actividad catecolamínica (Swann y cols., 1999).
Parece demostrado que la respuesta a la terapéutica o a la profilaxis con litio es más evidente en bipolares, los cuales tie­nen una mayor sensibilidad para pasar a estados maníacos por medicación antidepresiva.
Abundando en la conflictividad del tema, destaca el hecho de que algunos autores en los últimos años han planteado la posi­ble existencia de dos tipos de depresión unipolar, uno sensible a la terapéutica con tricíclicos y otro más cercano a los trastornos bipolares, que responde a las sales de litio. También se ha sugeri­do la subdivisión del grupo bipolar en dos subgrupos: I (hospi­talización por manía) y II (hipomanía sin requerir hospitaliza­ción) (Dunner y cols., 1983), aunque posteriormente se han añadido otros: III (manía farmacógena), IV (ciclotimia), V (de­presión con historia familiar de trastorno bipolar) y VI (manía unipolar) (Klennan, 1981). Es cuestionable y abierto a la in­vestigaciónasimismo, el número de fases depresivas que se re­quieren para ubicar a un paciente en el grupo unipolar.

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