"Una persona que crea a través de la cólera tiende a crear lo mismo una y otra vez y no consigue ofrecer ninguna novedad.
La cólera no transformada puede convertirse en un mantra constante en torno al tema de nuestra opresión, sufrimiento y tortura.
Cualquier emoción, incluso la cólera, lleva aparejados el conocimiento y la perspicacia, algo que algunos llaman esclarecimiento.
En una vida cohesiva la cólera es una sustancia que está esperando nuestros esfuerzos de transformación.
El ciclo de la cólera es como cualquier otro: sube, cae, muere y es liberada como nueva energía.
El hecho de prestarle atención da lugar al proceso de transformación.
Cuanto antes se cura una herida, tanto más breve es el período de recuperación.
Lo mismo ocurre en los traumas psicológicos. A muchas personas no las curaron por ignorancia o negligencia y ahora la persona regresa de la guerra por así decirlo, pero es como si todavía estuviera en la guerra, mental y físicamente.
Sin embargo, alimentando la cólera en lugar de intentar resolverla, buscar su causa y averiguar qué podemos hacer al respecto, nos encerramos para el resto de nuestra vida en una habitación llena a rebosar de cólera.
Sin embargo, alimentando la cólera en lugar de intentar resolverla, buscar su causa y averiguar qué podemos hacer al respecto, nos encerramos para el resto de nuestra vida en una habitación llena a rebosar de cólera.
Y así no se puede vivir.
Es necesaria una práctica consciente para poder contener la furia y curarla. Pero se puede hacer. Basta con subir los peldaños de uno en uno
Es necesaria una práctica consciente para poder contener la furia y curarla. Pero se puede hacer. Basta con subir los peldaños de uno en uno
Es bueno aplicar la paciencia a la furia reciente o antigua. El amoroso espíritu de la psique asume la tarea de buscar una cura para su furia y cólera de tal forma que la persona pueda vivir en paz y volver a quererse.
Pero en lugar de intentar "portarnos bien" y no sentir cólera, o en lugar de utilizarla para quemar todas las cosas vivas a cien kilómetros a la redonda, es mejor pedirle primero que se siente con nosotras a tomar un té y charlar un rato para que, de esta manera, podamos descubrir cuál fue su origen.
Al principio la furia no quiere hablar, no quiere comer, sólo quiere permanecer sentada con la mirada perdida en la distancia o insultar, o que la dejen en paz.
Es en este momento crítico cuando tenemos que acudir a la curandera, a nuestro yo más sabio, nuestros mejores recursos, para poder ver qué hay más allá de la irritación y la exasperación del ego.
La curandera es siempre la que ve a lo lejos y nos puede indicar el beneficio que obtendremos de explorar esta oleada emotiva.
Resulta muy tranquilizador saber que, por más que la devore la cólera, una persona sabe exactamente y con toda la habilidad de un experto lo que tiene que hacer al respecto: esperar, liberarse de las ilusiones, subir a la montaña, hablar con ella y respetarla como a una maestra."
Mujeres que corren con los lobos. Clarissa Pinkola Estés. Editorial Zeta.
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