La violencia en pareja se ha constituido políticamente como bandera de la violencia de género, el icono más visible del efecto de una tradición machista y agresiva contra la mujer, la llamada en los medios “violencia machista” o “violencia de género”.
Violencia de género: Todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, inclusive las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública o privada
(“Artículo 1 de la Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Naciones Unidas, 1994).
Desde la psicología y otros ámbitos de intervención psicosocial se ha “aceptado” un enfoque técnico con una base ideológica: la defensa de la mujer victima ante la violencia de género y la censura al hombre maltratador.
Ese enfoque es sin duda necesario históricamente y un acto de justicia política y social a la realidad de los derechos y la visibilidad de la mujer en la sociedad.
No obstante, es necesario denunciar que la monopolización absoluta de los recursos asistenciales de violencia públicos, bajo la perspectiva única de la violencia de género tiene efectos colaterales negativos.
En primer lugar en enfoque de la violencia de género centra el foco de atención en la dinámica de pareja.
La violencia domestica o violencia intrafamiliar, conceptos que hacen referencia a cualquier dimensión de la violencia que tiene lugar en el contexto de una unidad de convivencia, queda relegado a ser sólo un concepto teórico.
La realidad política y asistencial excluye la violencia domestica del sistema de atención. En una unidad familiar actual, existen muchas manifestaciones posibles de violencia intrafamiliar, en múltiples direcciones y dimensiones, pero muchas de ellas no encuentran la puerta de acceso a un sistema asistencial (diseñado para atender la violencia del hombre a la mujer en un contexto de pareja estable).
únicamente pueden recurrir al marco legal que regula desde lo penal los delitos de agresión.
Es necesario recordar que existen otras victimas que al igual que la mujer maltratada, necesitan un sistema de apoyo psicosocial para poder detener una situación de violencia.
En mi experiencia en servicios sociales, se me hace visible la punta del iceberg de una realidad ignorada; cuando una vecina denuncia que sospecha malos tratos hacia un anciano por parte de su familia, o cuando desde Salud mental nos comentan que una paciente con esquizofrenia refiere tratos vejatorios por parte de la hermana con la que convive, o cuando los mediadores interculturales nos hablan de un joven ecuatoriano sin papeles al que su primo acoge en casa a cambio de favores sexuales, o una madre que sufre agresiones por parte de su hija, o cuando desde una asociación nos muestran su preocupación porque un hombre con retraso mental muestra señales físicas de golpes… o cualquier persona con un situación de inferioridad que es victima de violencia y no cuenta siquiera con la capacidad de denuncia, ni con la credibilidad para hacerlo.
En segundo lugar, la violencia de género parte de la base de la mujer como victima y el hombre como agresor. Negando la realidad de dinámicas de pareja donde las agresiones mutuas son frecuentes y dejando sin credibilidad a los casos de maltrato donde es la mujer la que ejerce violencia hacia el hombre.
Sitúa la intervención con los llamados “maltratadores” en un lugar de polémica social; negando la importancia del acceso a los recursos para todos los implicados en una dinámica de violencia, puesto que todos ellos manifiestan la necesidad de ayuda por su forma de establecer vínculos y manejar conflictos. En tercer lugar la violencia de género, contextualizada en la pareja heterosexual estable, deja fuera otras violencias ejercidas en relaciones no estables o no heterosexuales.
La violencia en las parejas del mismo sexo, es una realidad invisible. Cuando una persona homosexual sufre malos tratos en su pareja, queda fuera del sistema de atención a la violencia domestica; pues la totalidad de los recursos trabajan desde la perspectiva de género, y para que exista violencia de género hace falta una mujer victima y un hombre agresor.
Cuando la afectada es lesbiana, puede ser atendida en algún recurso para mujeres, si el profesional encargado se toma la molestia de “pelearse” para conseguirlo; pero cuando la victima es un hombre homosexual, no accede a ningún recurso de violencia domestica.
No hay recursos asistenciales para hombres. No hay mujer y por tanto no hay violencia de género. Se trata como un caso de agresión por vía penal, no entra en el sistema de atención psicosocial.
Es evidente que el maltrato en pareja responde a un proceso afectivo y relacional complejo, que necesita apoyo profesional y ayuda para romper la dependencia. Sin embargo un hombre homosexual únicamente tiene derecho a denunciar la agresión física por vía penal. El resto de “violencias” no tienen espacio en el marco legal ni asistencial; es una persona adulta que se relaciona voluntariamente con otra y que tiene problemas de convivencia, es un asunto privado. Además al igual que le sucedía a la mujer hace 30 años, al denunciar puede encontrarse con la vergüenza de ser ridiculizado o simplemente ignorado por los responsables de ayudarle.
Una vez más los recursos institucionales se van adaptando a las necesidades de los ciudadanos de forma lenta y mientras tanto la realidad es invisibilizada y relegada a lo privado. No tiene sentido el dramatismo ni la demagogia, pero si la denuncia y la acción.
Reivindico la importancia y acierto del enfoque de género en la violencia en pareja, y la necesidad del concepto de "violencia de género" como marco de intervención absolutamente imprescindible; pero igualmente denuncio el uso político de esta realidad y el silencio técnico por parte de los profesionales, ante la ausencia de recursos de violencia domestica. Una realidad mucho más amplia que la violencia de género que carece de la dignidad y consideración que afortunadamente hoy tienen las victimas de violencia de género.
Es labor de los todos/as y especialmente de los profesionales, responsabilizarnos de nuestra capacidad para defender los derechos de personas que no pueden defenderlos por si mismas.
Autor: Juan Macias Ramírez
Muchoooo hay que cambiar... hay que darse cuenta para ello y ponerse a trabajar con responsabilidad comenzando por concientizar-se y ser justos para legislar para todosssssss... el encuadre se basa y parte desde la igualdad Mané
Muchoooo hay que cambiar... hay que darse cuenta para ello y ponerse a trabajar con responsabilidad comenzando por concientizar-se y ser justos para legislar para todosssssss... el encuadre se basa y parte desde la igualdad Mané
No hay comentarios:
Publicar un comentario