Mané Castro Videla - Mujer Poeta y Artista Plástica Argentina - Española

martes, 27 de noviembre de 2012

es el ser






Foto: hBea  
Son tan solo instantes
donde se intenta colorear 
en silencio,
sin hablar.
El alma fluye,
la mente observa
travesuras que pasan...
Es el Ser
que se expresa

Mané


lunes, 26 de noviembre de 2012

Poema de los dones

Nadie rebaje a lágrima o reproche
esta declaración de la maestría
de Dios, que con magnífica ironía
me dio a la vez los libros y la noche.

De esta ciudad de libros hizo dueños
a unos ojos sin luz, que sólo pueden
leer en las bibliotecas de los sueños
los insensatos párrafos que ceden

las albas a su afán. En vano el día
les prodiga sus libros infinitos,
arduos como los arduos manuscritos
que perecieron en Alejandría.

De hambre y de sed (narra una historia griega)
muere un rey entre fuentes y jardines;
yo fatigo sin rumbo los confines
de esta alta y honda biblioteca ciega.

Enciclopedias, atlas, el Oriente
y el Occidente, siglos, dinastías,
símbolos, cosmos y cosmogonías
brindan los muros, pero inútilmente.

Lento en mi sombra, la penumbra hueca
exploro con el báculo indeciso,
yo, que me figuraba el Paraíso
bajo la especie de una biblioteca.

Algo, que ciertamente no se nombra
con la palabra azar, rige estas cosas;
otro ya recibió en otras borrosas
tardes los muchos libros y la sombra.

Al errar por las lentas galerías
suelo sentir con vago horror sagrado
que soy el otro, el muerto, que habrá dado
los mismos pasos en los mismos días.

¿Cuál de los dos escribe este poema
de un yo plural y de una sola sombra?
¿Qué importa la palabra que me nombra
si es indiviso y uno el anatema?

Groussac o Borges, miro este querido
mundo que se deforma y que se apaga
en una pálida ceniza vaga
que se parece al sueño y al olvido.


Maestro Jorge Luis Borges

viernes, 23 de noviembre de 2012

No fui yo, fuiste vos

No fui yo, fuiste vos”
 
Por Paul-Laurent Assoun
Freud –en “Sobre los mecanismos neuróticos en los celos, la paranoia y la homosexualidad”– hace de la fidelidad una causa de tensión subjetiva inevitable.
El sujeto percibe confusamente en sí mismo impulsos a la infidelidad, aunque hayan cedido ante la represión; descubre en él, en suma, “tentaciones constantes”.
De ahí que recurra a un mecanismo proyectivo que tiene una función de alivio: “Quien niega esas tentaciones en sí mismo descubre, sin embargo, esas tendencias tan poderosas que de buena gana toma en consideración un mecanismo inconsciente a modo de alivio de ellas”.
Los celos incriminan: es un “delito” del otro que el acusador –al “delinquir” en fantasía– siente en sí mismo. Se lo comprueba por sus modalidades: el beneficio de esa válvula consiste en aliviar y al mismo tiempo satisfacerse por interpósita persona.
Freud habla de “absolución de su propia conciencia”; al traducir, Lacan va más allá y habla de “absolución de conciencia”, como para no esquivar la connotación religiosa, “casuística”, de esta operación absolutoria.
En suma, la proyección celosa asegura una regulación del superyó. Durante todo el tiempo que el sujeto siente celos e inculpa al otro, blanquea sus propias tentaciones de infidelidad al realizarlas por interpósita persona.
La noción de proyección puede parecer bastante sumaria al remitir al razonamiento infantil “no fui yo, sino tú...”. Salvo que se dé vuelta como un panqueque: “¡El que lo dice lo es!”.
Sin duda que atañe más en particular al hombre que maneja mediante la comodidad proyectiva la mezcla de infidelidad e “inconyugalidad” que le permite absolverse de antemano de sus propias transgresiones, o al menos extraer de ellas circunstancias atenuantes.
Los celos imputados al otro absuelven de antemano al permitir dar libre curso a los propios arrebatos y regular sus turbulencias.
La proyección tiene la virtud de desligar al sujeto de su culpabilidad.

jueves, 22 de noviembre de 2012

Celos

Celos

Para el autor, los celos, además de ser “una cólera que se manifiesta por la violencia o el silencio”, son también “un duelo a repetición, puesto que en cada acceso de celos el sujeto vuelve a perder su objeto”. Envuelven tanto “la furia de la desposesión” como “el placer logrado con el sufrimiento” y son “el correlato narcisista del riesgo de amar”.
Por Paul-Laurent Assoun *
Al principio es un afecto, una cólera que se manifiesta mediante la violencia verbal y física o el silencio malhumorado, vinculado con una situación frustrante, de angustia y de agitación.
En tanto afecto, los celos inciden intensamente en el cuerpo.
El que experimenta celos siente un nudo en el estómago, provocado por la lucha cuerpo a cuerpo con ese otro que se desdobla, frente a quien siente simultáneamente hostilidad y una dolorosa cercanía.
A partir de ese verdadero síntoma somático, organiza sus pensamientos y movimientos en torno de los pensamientos y movimientos del objeto amado o, al menos, investido de un interés libidinal. Se muestra más que preocupado por sus idas y venidas, por sus movimientos, sus emociones, sus encuentros, en suma, por el empleo de su tiempo, ya que sospecha que ese ser amado es capaz de organizar su pensamiento y su acción en torno de una esfera ajena, en un medio de tentaciones donde se producirá el encuentro fatal con algún pérfido seductor (o con alguna fatal seductora), cuyas maquinaciones imagina.
Para el que experimenta celos, todo consiste en poner de manifiesto los “falsos pretextos”; en suma, debe develar la “comedia del amor” que se hace pasar por el amor verdadero: se trata de de-senmascarar su impostura.
Existe, pues, en los celos, la idea de algo oculto que hay que investigar. Esto implica estar “en la cabeza” –y en la libido– del otro en supuesto estado de disimulo crónico y organizar una serie de hipótesis acerca de sus acciones. Los celos son una forma de especulación, de exploración sin fin del “mundo de los posibles” (Proust).
El celoso quiere saber por todos los medios de los que dispone y que suscita (no carece de ingenio en este campo) qué se trama en torno del objeto amado y lo que esta persona-objeto puede urdir, aun a sabiendas de que esa acción puede dañar profundamente sus intereses. De ahí el giro persecutorio: el celoso está persuadido de que eso “recae” sobre él, pero participa activamente en la puesta en escena fantasmática de ese gozo enemigo y obsceno.
Está obsedido por la traición, vía la infidelidad, y procura detectarla en su cortejo de mentiras, tapujos y medias palabras.
En suma, el celoso se halla mentalmente sobreocupado con las acciones del otro, asediado por pensamientos de poder casi alucinatorio.
Las confesiones de la supuesta falta tienden a ser logradas ya sea delicadamente, por medio de lo que Proust denominó con elegancia “charlas de investigación” (Marcel Proust, Albertine Disparue), o por medio de enérgicos interrogatorios, durante accesos de ira celosa orientados a hacer de-sembuchar, lo que Paul Bourget llama “ataques agudos de celos” (Paul Bourget, Physiologie de l’amour moderne). En ese juicio constante –juicio que puede ser “de las intenciones”, pero que para el caso vale como de condena– se trata de hacer confesar el delito; el verdadero cargo sería que el deseo de la (del) otra(o) se encontraría en otra parte; tarea delicada pues es suponer que la sospechosa, o el sospechoso, sabe lo que él desea... En última instancia se trata, para el celoso, de esclarecerlo acerca de sus sentimientos ocultos, de hacerle reconocer de manera inquisitorial su verdadero deseo que lo orienta hacia el otro.
Se advertirá, pues, la combinación de la influencia posesiva y la fragilidad de la reivindicación: el celoso es un propietario tanto más autoritario y dictatorial en la medida en que experimenta el carácter precario y revocable de su posesión.
También se ve el contraste entre la certeza íntima de una expoliación afectiva, de la que sería víctima, y la locura de la duda, de una incertidumbre erosiva.
El apogeo de ese goce mórbido radica en el momento de la confirmación: “¡Bien que lo sabía!”. Busca el “flagrante delito” temiendo más que nada el descubrimiento de su infortunio, lo que abre las compuertas a un “flagrante delirio”.
Finalmente, se notará que los celos, lejos de reducirse al afecto, se orientan hacia el hecho mismo del perjurio.
El celoso se enfrenta a ese sismo simbólico de encontrarse frente a otro cuya palabra deja de ser confiable y cuya promesa de fidelidad, proferida o tácita, ya no se sostiene. De ese modo, los celos ponen de manifiesto el engaño como acto de lenguaje.
En la desconfianza que organiza la sospecha celosa, el significante deja escuchar la des-confianza, señala la entrada en crisis de los esponsales con el objeto amado.

Normales

La posición freudiana frente a los celos comienza con esta comprobación: se trata de un afecto normal, o sea, común.
Hablar de “celos normales” no significa reducirlos a lo trivial o a alguna norma: es arrancarlos al portaequipaje psiquiátrico de los celos mórbidos y, al mismo tiempo, establecer sus rasgos, cuya exageración patológica confirmará la morfología.
Al hacer esto, Freud rompe claramente con la reducción de los celos a una morbidez, punto de vista por lo demás vinculado con una problemática médico-legal. Supera así el corte entre vivencia popular y discurso docto para recolocar tranquilamente los celos en el centro de la vida psíquica, de la que resulta uno de los rasgos más salientes.
Recordar que son un afecto normal es significar que los celos no son reductibles a un capítulo de la psicopatología.
Los celos son un sentimiento en el cual, una parte es consciente y la otra, inconsciente. El sujeto experimenta sus celos directamente, a más no poder (incluso los vive a fondo), pero desconoce el acontecimiento inconsciente que recubre ese afecto.
Incluso Freud va más a fondo: si ese afecto de celos parece ausente, se debe a que habrá sido reprimido.
Por lo tanto, virtualmente, un ser desprovisto de celos no existe, pero siempre es lícito sacarlos a la luz.
Una pregunta, de paso: ¿cómo se expresan los celos sin afecto consciente? Pues el celoso se siente como tal, experimenta a sabiendas las ansias de los celos, angustias, en un clima de gran pavor y horror. ¿A qué se parecen unos celos en estado reprimido, es decir, sin vivencia consciente de estar celoso?
Puede ser, como se verá, un afecto ciego, de manera que un sujeto que no se siente necesariamente celoso puede actuar como tal accionando, sin saberlo, los engranajes de los celos.
Tal vez los celos fríos sean los más virulentos y los que den la clave de los actos enajenados.
Los celos como relación con el objeto serían un correlato del duelo, con la idea de algo que le era debido al sujeto, que le ha sido prometido y luego quitado con engaño.
Duelo y celos son reacciones normales en caso de pérdida, aunque el duelo viene luego de la pérdida, mientras que los celos la anticipan.
Quien experimenta el luto se relaciona con un objeto perdido para siempre; el celoso se halla amenazado por un duelo entrevisto y que comienza incesantemente, un duelo que él suscita y crea.
La tan flagrante rivalidad bien podría estar en segundo lugar en relación con el duelo, con un duelo a repetición, puesto que en cada acceso de celos el sujeto tiene la viva sensación de volver a perder su objeto.
El celoso reacciona ante la pérdida entrevista; produce un duelo tanto activo como imaginario; confunde su duelo (como otros su deseo) con la realidad. Hay que recordar el núcleo depresivo del estado de celos, eclipsado por la violencia de su querulancia. En el centro de los celos existe una denuncia: el sujeto deplora ser despreciado, abandonado, rebajado en beneficio de un tercero al que hay que identificar.
Los celos adquieren todo su alcance referidos al narcisismo o al amor a sí mismo. El yo se muestra herido por los celos, los vive como humillación, con lo que esto implica de rebajamiento e impotencia. Los celos son el correlato narcisista del riesgo de amar.
Los celos son, pues, una autodeploración. El celoso clama su perjuicio y no deja de generar argucias para sustentar ese sentimiento, para poner de alguna manera la realidad en consonancia con ese sentimiento de pérdida perjudicial preexistente a la defección del objeto.
Contrariamente al héroe, que puede ser impunemente traicionado, el celoso brama su infortunio como si padeciera una llaga purulenta.
Es un Narciso herido.
Pero, además, el celoso detesta al otro, al supuesto detentador mediante engañifas de su objeto, al que le infligió la herida.
De hecho, la cólera se encuentra en el centro del afecto celoso.
Es su dimensión de odio, de resentimiento. Incluso el propio objeto amado termina por ser detestado.
Los celos contienen y revelan esta ambivalencia visceral hacia el objeto, tanto detestado como amado, odiado porque se lo ama. En efecto, existe odio en el centro de los celos. Este odio celoso marca la “legítima defensa” del yo frente a sus intereses lesionados.
Esta vertiente violenta contiene el germen de la agresión, incluso del llamado crimen pasional. Se advierte, pues, que lo que “impulsa al crimen” es la furia ante la desposesión.
Hay otro rasgo, sin duda el más oculto, pero que no debe desconocerse: el sujeto presa de los celos sospecha en su fuero interno, junto al hecho de ser injustamente traicionado, haber tenido algo que ver en su infortunio.
Mientras inculpa hoscamente al otro, se siente en alguna parte de sí mismo como responsable.
Dicho de otra manera, en los celos existe un fondo de autorreproche. Por lo menos es una autocrítica: “¡Confiésate que en el fondo te lo buscaste!”, o, por lo menos, “¡No hiciste todo lo que podías hacer para evitarlo!”.
Es una sensación tanto más dolorosa en la medida en que es desconocida por el (la) interesado(a). El sujeto celoso es reacio a confesarse su implicación; resulta sensible sobre todo a las supuestas culpas del otro, lo que reprime a un segundo plano su culpabilidad, tanto más torturadora en cuanto es tácita.
Mejor aun: se puede sospechar que esta autoculpabilidad desconocida es la que atiza el reproche. La culpabilidad inconsciente (de sí mismo) se desarrolla a la sombra de la culpabilización consciente (del otro). Digamos que el celoso se tortura al torturar al otro infiel: ambos,
él y el otro, se cuecen sobre las mismas ascuas.
En ese sentido, los celos fortalecen el vínculo en una dimensión sadomasoquista.
Se puede comprobar que en tales parejas los celos resultan el medio masoquista más eficaz para establecer la vinculación.
Se puede sentir claramente la complacencia celosa, el placer logrado con el sufrimiento.
* Texto extractado de Lecciones psicoanalíticas sobre los celos, de reciente aparición (Ed. Nueva Visión).

domingo, 18 de noviembre de 2012

Cómo arreglármelas para parecer mal y quedar bien?

Cómo arreglármelas para parecer mal y quedar bien? 
Es como cuando uno se mira al espejo (o al retrato) buscándose el ángulo bello (sin que nadie lo observe) para constatar que sigue siendo uno mismo siempre.
Algunos se plantan de soslayo, otros imprimirán la verdad de lo que quisieron ser, otros se preguntarán: ¿cómo soy?
Pero la verdad es que todos vivimos anotándonos, acec...

hándonos a nosotros mismos, declarando só¬lo lo mas visible, escondiendo la irregularidad del aprendizaje y del tiempo.
Pero vamos al grano.
Por mi parte soy o creo ser duro de nariz, mínimo de ojos, escaso de pelos en la cabeza, creciente de abdomen, largo de piernas, ancho de suelas, amarillo de tez, generoso de amores, imposible de cálculos, confuso de palabras, tierno de manos, lento de andar, inoxidable de corazón, aficionado a las estrellas, mareas, maremotos, admirador de escarabajos, caminante de arenas, torpe de instituciones, chileno a perpetuidad, amigo de mis amigos,  mudo para enemigos, entrometido entre pájaros, maleducado en casa, tímido en los salones, audaz en la soledad, arrepentido sin objeto, horrendo administrador, navegante de boca, yerbatero de la tinta, discreto entre los animales, afortunado en nubarrones, investigador en mercados, oscuro en las bibliotecas, melancólico en las cordilleras, incansable en los bosques, lentísimo de contestación, ocurrente años después, vulgar durante todo el año, resplandeciente con mi cuaderno, monumental de apetito, tigre para dormir, sosegado en la alegría, inspector del cielo nocturno, trabajador invisible, desordenado persistente, valiente por necesidad, cobarde sin pecado, soñoliento de vocación, amable de mujeres, activo por padecimiento, poeta por maldición y tonto de capirote.

Pablo Neruda                        

 

sábado, 17 de noviembre de 2012

Epicteto - ENQUIRIDION

Epicteto nació en Hierápolis, Frigia (la actual Pamukkale, Turquía) aproximadamente hacia el año 55 DC. Falleció en Nicópolis, Grecia, hacia el 135 DC cuando tenía ya cerca de 80 años. EpictetoSu verdadero nombre, si es que tuvo algún otro, no ha llegado a nosotros.
La palabra epiktetos en griego significa “adquirido” o “comprado”. Durante sus primeros años fue esclavo de un personaje muy rico del entorno de Nerón y, siendo todavía esclavo, fue discípulo del filósofo estoico romano Musonio Rufo. Físicamente se hallaba impedido en una pierna y rengueaba; según algunos fue su amo el que se la quebró, según otros se trató de una condición de nacimiento.
No sabemos muy bien cómo fue que obtuvo la libertad, pero lo cierto es que comenzó a enseñar filosofía y, cuando en el año 93 Domiciano expulsó a todos los filósofos de Roma, Epicteto se estableció en la ciudad griega de Nicópolis, donde fundó una escuela filosófica y permaneció hasta su muerte.


Que sepamos, no dejó nada escrito, al igual que Sócrates a quien admiraba. Así como el pensamiento de Sócrates nos ha llegado gracias a su discípulo Platón, del mismo modo conocemos el de Epicteto gracias a su discípulo Lucio Flavio Arrio – al que no debemos confundir con Arrio de Alejandría, el iniciador de la herejía arriana y que vivió entre los Siglos III y IV DC.

Lucio Flavio Arrio estudió con Epicteto allá por el 108 DC. Su obra principal son sus Discursos, de los cuales se conservan cuatro de un total de ocho, y el Enquiridion que significa “Manual” y que contiene las enseñanzas de Epicteto en forma de sentencias cortas que reflejan los dichos del maestro. Según el testimonio de Arrio, cuando escuchaba a Epicteto: “. . .cualquier cosa que decía, yo tomaba nota de su forma de pensar y de la franqueza de su discurso, palabra por palabra y para mi uso propio.”

El Enquiridion o “Manual de Epicteto” no es, pues, un tratado prolijamente elaborado sino un conjunto de notas tomadas por un discípulo. Y es importante tener esto en cuenta ya que, de otro modo, podría cometerse el error de pensar que Epicteto tenía un estilo más bien pobre y la tendencia de saltar de un tema a otro sin una coherencia demasiado estricta. Que ello no es así se infiere fácilmente y no en última instancia de las importantes personalidades que buscaron su consejo. Fueron muchos los que fueron a Nicópolis a escucharlo, entre ellos incluso Adriano, el emperador.

Epicteto vivió una vida larga, muy sencilla, con muy pocas posesiones personales. Ya a una edad avanzada adoptó a un niño abandonado y lo crió con la ayuda de una mujer que lo atendía. Su preocupación principal fue la ética y la moral, un rasgo que puede decirse que es común a los estoicos, pero en él esta inquietud está enfocada en la “verdadera naturaleza de las cosas” y, dentro de este concepto, hace la distinción de lo que “está bajo nuestro control”, vale decir: lo que depende de nosotros mismos, y lo que esta “fuera de nuestro control” y por lo tanto depende, ya sea de la Naturaleza misma o bien de los demás. En la primera categoría se incluyen conceptos tales como el razonamiento, el deseo, el rechazo, los impulsos y las pasiones. A la segunda categoría pertenecen la salud, las riquezas materiales, la fama, los honores y cosas similares.

Hecha la distinción, Epicteto establece luego dos conceptos fundamentales: el de la prohairesis y el de la dihairesis. La prohairesis – que podríamos traducir libremente por “voluntad” o quizás más correctamente por “libre albedrío” – es lo que distingue al ser humano de todos los demás seres vivos. En este sentido, según Epicteto, “somos nuestra prohairesis”; vale decir, somos lo que por nuestro libre albedrío hemos decidido ser; somos lo que elegimos. En contrapartida, la dihairesis proviene de Sócrates y Platón. Es un método fundado en la posibilidad de dividir grandes grupos en partes relativamente iguales hasta lograr una definición. En Epicteto, la dihairesis es lo que utiliza nuestro libre albedrío para distinguir aquello que está bajo nuestro control de aquello que no lo está.

La conclusión final de esta filosofía es que el bien y el mal se relacionan exclusivamente con nuestra prohairesis, es decir: con nuestro libre albedrío, por lo que no dependen de las cosas externas o circunstanciales. En otras palabras: somos nuestro propio bien y nuestro propio mal, más allá de las circunstancias, puesto que la facultad de elegir reside en nuestro libre albedrío. Somos nosotros los que elegimos. Tenemos la facultad de elegir entre el bien y el mal y, por lo tanto, somos responsables por nuestro propio Destino ya que el mismo está en nuestras propias manos. No así la Fatalidad, que es lo que “nos sucede” y que responde a causas externas fuera de nuestro control, mientras que al Destino lo vamos construyendo con las cosas que hacemos suceder porque las elegimos.

La consecuencia principal de este enfoque es que no debemos permitir que las cosas externas influyan en nuestras determinaciones ni alteren nuestro ánimo. Siendo que no están bajo nuestro control, nada podemos hacer por evitarlas. Pero, en contrapartida, está bajo nuestro control el permitir, o no permitir, que nos afecten. Conociendo, pues, la verdadera “naturaleza de las cosas” – o bien, lo que es lo mismo, el orden imperante en la Naturaleza y el Cosmos – estaremos en condiciones de llevar una vida caracterizada por la serenidad y el equilibrio. No permitiremos que lo externo nos afecte y, ejerciendo nuestra voluntad, no sólo podremos rechazar el mal sino hasta utilizarlo como elemento de aprendizaje para acceder al Supremo Bien.
D Martos

ENQUIRIDION

                                                                              (o Manual de Epicteto)

Compilado por Lucio Flavio Arrio hacia año 135 DC
Traducido de la versión inglesa de Elizabeth Carter

1. Hay cosas que están bajo nuestro control y otras que no lo están. Bajo nuestro control se hallan las opiniones, las preferencias, los deseos, las aversiones y, en una palabra, todo lo que es inherente a nuestras acciones. Fuera de nuestro control está el cuerpo, las riquezas, la reputación, las autoridades y, en una palabra, todo lo que no es inherente a nuestras acciones.

Lo que controlamos es libre por naturaleza y no puede ser impedido ni impuesto a ningún hombre; pero lo que no controlamos es débil, servil, limitado, y sujeto a un poder ajeno. Recuerda, pues, que te perjudicarás si consideras libre y tuyo lo que por naturaleza es servil y ajeno. Te lamentarás, te confundirás, y terminarás culpando a los dioses y a los hombres de tu desgracia. Por el contrario, nadie podrá impedirte ni imponerte algo si consideras tuyo sólo lo que en verdad te pertenece y ajeno lo que en efecto es de otros. De esa forma, no criticarás a nadie ni acusarás a nadie; no harás nada en contra de tu voluntad, no tendrás enemigos y no sufrirás ningún perjuicio.

Si deseas los bienes realmente grandes, recuerda que no debes permitirte el deseo – ni siquiera leve – de alcanzar cosas de menor importancia. Por el contrario, deberás renunciar por completo a ciertas cosas y posponer otras por el momento. Porque, si quieres poseer tanto los bienes grandes como los intrascendentes, tales como el poder y la riqueza, no obtendrás éstos últimos y perderás los primeros también; fracasarás absolutamente en obtener los verdaderos medios indispensables para lograr la felicidad y la libertad.

Por lo tanto, haz el esfuerzo de poder decir ante cada adversidad: “No eres más que apariencia; no eres en absoluto lo que pareces ser.” Y luego examina esa adversidad con las reglas que tienes para ello; principalmente por la que te permite establecer si concierne las cosas que están bajo tu control o si concierne aquellas que no lo están; y, si tiene que ver con algo que no depende de ti, prepárate para decir que no te importa.

 2. Recuerda que el ceder al deseo implica la posibilidad de obtener lo que quieres conseguir mientras que la aversión quizás te lleve a prescindir de lo que quieres evitar. Y así como es desdichado el que se ve frustrado en lo que desea, así de miserable es quien cae en lo que más quisiera evitar. Por lo tanto, nunca caerás en lo que aborreces si limitas tu aversión a tan sólo aquellas cosas que son contrarias al empleo natural de tus facultades, siendo que estas facultades se encuentran bajo tu control. Pero serás desgraciado si tienes aversión por lo que no depende de ti, como la enfermedad, la muerte o la pobreza. Retira, pues, tu aversión de todas las cosas que están fuera de tu control y transfiere tu rechazo a aquellas que son contrarias a la naturaleza de lo que controlas y depende de ti. Por de pronto, suprime todo deseo intenso; porque si deseas cosas que no dependen de ti, es seguro que te verás frustrado y si deseas las que de ti dependen y que sería laudable tener, advierte que todavía no estás preparado para tenerlas. Por lo cual, si quieres proceder en forma correcta, acércate a ellas de manera que puedas retirarte cuando quieras, y aun ello hazlo con medida y discreción.

 3. En cuanto a cualquier objeto que te cause placer, que sea útil o que ames profundamente, comenzando con las cosas más insignificantes, no te olvides de considerar cuál es su naturaleza. Por ejemplo, si aprecias una copa de cerámica en especial, entiende que son las copas de cerámica en general las que aprecias. De este modo, si se te rompe, no te alterarás. Del mismo modo, si besas a tu hijo o a tu mujer, acuérdate que es mortal todo lo que besas y de este modo no te desesperarás si la muerte te lo arrebata.

4. Antes de realizar cualquier acción, ten en claro la clase de acción que estás por realizar. Si has resuelto ir al baño público, represéntate las cosas que generalmente suceden en esos baños: algunas personas salpican con agua, otros se empujan, algunas utilizan un lenguaje impropio y otros roban. Por consiguiente realizarás esta acción de un modo más seguro si te dices: “Iré al baño público, pero mantendré mi mente de acuerdo con el modo natural de vivir que me he propuesto.” Procede así en todo lo que emprendas; porque de este modo, si te sucede algún inconveniente durante el baño podrás decir con firmeza: “No he venido tan sólo a bañarme sino también a mantener mi mente en un estado conforme a la naturaleza, y no podría hacerlo si permito que me alteren las cosas que aquí suceden.”

 5. No son las cosas las que atormenta a los hombres sino los principios y las opiniones que los hombres se forman acerca de ellas. La muerte, por ejemplo, no es terrible; si lo fuera, así le habría parecido a Sócrates. Lo que hace horrible a la muerte es el terror que sentimos por la opinión que de ella nos hemos formado. En consecuencia, si nos hallamos impedidos, turbados o apenados, nunca culpemos de ello a los demás sino a nuestras propias opiniones. Un ignorante le echará la culpa a los demás por su propia miseria. Alguien que empieza a ser instruido se echará la culpa a sí mismo. Alguien perfectamente instruido ni se reprochará a sí mismo, ni tampoco a los demás.

 6. No te pavonees con alguna excelencia que no te es propia. Si un caballo pudiese decir “soy hermoso”, eso sería tolerable. Pero si tú eres orgulloso y dices “tengo un caballo hermoso” ten presente que, de hecho, estás vanagloriándote tan sólo de una cualidad que es del caballo. ¿Qué es, pues, lo tuyo? Solamente tu reacción ante la apariencia de las cosas. Por ello, si consideras las cosas conforme a su naturaleza y te comportas de acuerdo con ello, entonces podrás estar orgulloso con razón; porque te dará orgullo un bien que realmente te pertenece.

7. Imagínate que, estando embarcado, el barco echa anclas y tú desembarcas. Si vas a la playa a buscar agua, podrías entretenerte por el camino juntando almejas o setas. Pero tus pensamientos y tu atención deberían estar puestos en el barco, esperando la llamada del capitán; porque ante esa llamada deberías dejar inmediatamente lo que te entretiene, no sea cosa que te vengan a buscar y te arrojen a bordo atado de pies y manos como un cordero. En la vida sucede lo mismo. Si te es dada una esposa o un hijo está bien que los ames y los disfrutes. Pero si llama el capitán, tendrás que dejarlos e ir hacia el barco sin mirar atrás. Y si ya eres viejo, nunca te alejes de la nave; no vaya a suceder que te llamen y no estés en condiciones de presentarte.

8. No exijas que las cosas sucedan tal como lo deseas. Procura desearlas tal como suceden y todo ocurrirá según tus deseos.

9. La enfermedad es un impedimento del cuerpo, pero no de tu libre albedrío; a menos que decidas que lo sea. Si eres rengo, es tu pierna la que está impedida; no tu voluntad. Considera esto en relación con todo lo que ocurre y verás que esos obstáculos no son un impedimento para ti, aunque lo sean para los demás.

10. Ante cada acontecimiento pregúntate qué habilidades tienes para dominarlo. Si ves una mujer atractiva, hallarás que el autodominio es la habilidad que tienes para dominar el deseo. Si sientes dolor, hallarás que dispones de la fortaleza. Si te injurian, encontrarás paciencia. Acostumbrándote a actuar de esta manera no serás arrastrado por la apariencia de las cosas.

11. Nunca digas “lo he perdido” sino “lo he devuelto”. ¿Ha muerto tu hijo? Lo has devuelto a quien te lo había dado. ¿Ha muerto tu mujer? La has regresado a quien te la dio. ¿Te han quitado tus propiedades? También eso has restituido. “Pero – dirás – el que me las quitó es una mala persona.” ¿Y a ti qué te importa en qué manos pone lo que devuelves Aquél que te lo ha dado? Mientras te lo haya dado a ti, cuídalo, pero no lo consideres tuyo, del mismo modo en que el viajero no considera suya la posada donde se aloja.

12. Si quieres ser mejor, rechaza razonamientos tales como: “Si desatiendo mis asuntos, no tendré ingresos; si no corrijo a mi sirviente, saldrá malo.” Es mejor morir con hambre, libre de pesadumbres y miedos, que vivir en la abundancia pero desequilibrado; y es mejor que tu sirviente sea malo a que tu seas desdichado.

Comienza, por lo tanto, con pequeñas cosas. ¿Se ha derramado un poco de aceite? ¿Se han robado un poco de vino? Piensa en lo siguiente: “Éste es el precio de la serenidad y la tranquilidad; y nada es gratis en esta vida” Si llamas a tu sirviente, es posible que no venga; y si viene, es posible que no haga lo que deseas. Pero de ninguna manera tu sirviente es tan importante como para otorgarle el poder de alterarte en modo alguno.

13. Si quieres ser mejor, acepta que te consideren extravagante y tonto respecto de las cosas externas. No pretendas hacer creer que lo sabes todo; y aun si pareces ser alguien importante, desconfía de ti mismo. Porque es difícil mantener la capacidad de vivir conforme a la naturaleza y adquirir cosas externas al mismo tiempo. No se puede hacer lo uno sin desatender a lo otro.

14. Si deseas que tus hijos, tu esposa o tus amigos vivan por siempre, eres un estúpido ya que pretendes controlar cosas que no puedes y deseas cosas que pertenecen a otros. En forma similar, si deseas que tu sirviente no tenga faltas, eres ridículo, porque quisieras que el vicio no sea vicio. Pero si quieres que tus deseos no se vean frustrados, eso depende de ti. Ejercita por lo tanto aquello que está bajo tu control. Tendrá poder sobre los demás quien puede dar lo que otros desean y quitar lo que otros aborrecen. Por lo tanto, quien quiera ser libre, deberá acostumbrarse a no tener deseo ni aversión alguna de todo lo que depende del poder ajeno. De otra manera, será necesariamente un esclavo.

 15. Recuerda que en la vida debes comportarte como en un banquete. ¿Te ofrecen algo? Extiende tu mano y toma tu parte con moderación. ¿Ha pasado de largo? No lo detengas. ¿Aun no ha sido ofrecido? No extiendas tu deseo hacia ello; espera que llegue a ti. Haz esto en relación con hijos, esposa, cargos públicos, riquezas, y llegarás a ser un digno participante del banquete de los dioses. Pero si ni siquiera tomas las cosas que otros ponen ante ti y puedes rechazarlas, no sólo serás un participante del banquete de los dioses sino también de su Imperio. Porque precisamente por hacer esto es que Diógenes y Heráclito fueron, con justicia, llamados divinos.

16. Si ves a alguien lamentándose angustiado porque su hijo se ha ido lejos, o ha fallecido, o porque ha sufrido una pérdida en sus propiedades, asegúrate de que las apariencias no te engañen. En lugar de ello, distingue lo observado con tu mente y prepárate a decir: “No es el hecho lo que aflige a esta persona ya que sólo lo aflige a él y no a otro; lo que lo atormenta es la opinión que ha concebido sobre lo que ocurrió.” Luego, cuando hables, no te pongas a su nivel y por cierto no te sumes a sus lamentos. Pero tampoco te lamentes en tu interior.

17. Recuerda que eres el actor de un drama y desempeñas el papel que el Autor ha querido conferirte. Será un papel largo si te lo adjudicó así, y será corto si decidió darte un papel breve. Si le place, actuarás de hombre pobre, de tullido, de príncipe o de artesano; y tú asegúrate de representar ese papel con naturalidad. Tu misión es desempeñar bien el papel que te han asignado; el elegir ese papel es función de otro.

18. No te dejes alterar por el graznido desafortunado de algún cuervo. Reflexiona inmediatamente así: “Ninguna de estas cosas me vaticina algo; el vaticinio es para mi mezquino cuerpo, o para mi propiedad, mi reputación, o mis hijos, o mi mujer. Para mí todos los augurios son buenos si yo lo quiero así. Porque pase lo que pase, está en mi poder aprovechar lo que suceda para algo fructífero.”
N
ota:
El graznido de un cuervo en determinados momentos se consideraba un acontecimiento de mal agüero.


19. Puedes ser invencible con sólo no aceptar un combate cuya victoria no esté bajo tu control. Por consiguiente, si ves a alguien cubierto de honores o poder, o que goza de alta estima, o resulta favorecido de cualquier otro modo, no te dejes llevar por las apariencias y no lo consideres feliz. Porque, si la esencia del bien reside en las cosas que podemos controlar, no hay razón para dar lugar a los celos y a la envidia. Por tu parte, no desees ser general, o senador, o cónsul, sino libre; y la única manera de lograrlo es menospreciando aquello que no controlamos.

20. Recuerda que no insulta aquél que injuria o golpea; lo que insulta es el criterio que establece estas acciones como ofensivas. Por lo tanto, si alguien te provoca, ten presente que es tu propia opinión la que te está provocando. En primer lugar, pues, trata de no dejarte llevar por las apariencias. Porque una vez que hayas ganado tiempo y te has dado un respiro, te controlarás con mayor facilidad.

21. Deja que la muerte, el exilio, y todas las demás cosas que parecen terribles parezcan cotidianas ante tus ojos. Pero especialmente no temas a la muerte y así nunca tendrás un pensamiento innoble ni desearás algo con exageración.

 22. Si tienes el firme propósito de comprender la filosofía, prepárate desde el mismo principio a que se rían de ti, a sufrir las burlas de la multitud, a escuchar que digan: “Se nos ha vuelto filósofo de repente”, o bien: “¿De dónde sacó esa actitud tan arrogante?” Por tu parte, asegúrate de no adoptar, por cierto, esa actitud arrogante y aférrate con constancia a las cosas que hacen a tu bien, como alguien a quien Dios ha ordenado permanecer en ese puesto. Porque recuerda lo siguiente: si te mantienes constante en tu posición, terminarán admirándote las mismas personas que antes te ridiculizaban; pero si te dejas convencer por los demás, harás el ridículo por partida doble.

 23. Si, por complacer a los demás, alguna vez tu atención queda prendada de lo externo, ten la certeza de que has arruinado tu estilo de vida. Confórmate, pues, con ser un filósofo en todo y compórtate como un filósofo si deseas que los demás te consideren como tal; eso será suficiente para ti.

24. No dejes que te preocupe la idea de vivir en la deshonra y de no ser nadie en parte alguna. Porque, si el no recibir honores fuese un mal, entonces los demás tendrían el poder de hacernos desdichados; y no es así, como que tampoco los demás pueden obligarnos a participar de algo innoble. ¿Es, pues, asunto tuyo obtener poder o ser admitido en un festín? De ninguna manera. Al fin y al cabo, ¿por qué carecer de poder o no ser invitado habría de ser un deshonor? ¿Por qué habría de ser cierto que por ello no eres nadie en ninguna parte? Lo que debes ser es alguien tan sólo en aquellas cosas que están bajo tu propio control y en las que tu decisión es lo que más importa.

“Pero – me dirás – así no atenderé a mis amigos.” ¿Qué quieres decir con eso de “atender”? No obtendrán dinero de ti, ni tú los harás ciudadanos romanos. ¿Y quién te ha dicho que éstas son cosas que figuran entre las que se encuentran bajo tu control y no son asunto de otros? ¿Acaso alguien le puede dar a otro lo que él mismo no tiene? “Pues – me dirás – obtenlas para que puedas compartirlas con los demás.” Muy bien, si puedo obtenerlas preservando mi honor, mi lealtad y mi grandeza de ánimo, muéstrame el camino y las obtendré. Pero si pretendes que pierda mi propio bien para que tú puedas obtener algo que no es un bien, considera lo injusto y tonto que eres. Aparte de ello, ¿qué preferirías: tener: una suma de dinero o un amigo con lealtad y honor? Más bien ayúdame a forjar esas cualidades y no me pidas cometer actos por los que puedo perderlas.

“Está bien – me dirás – pero por ese medio no le aportarás nada a la patria.” De nuevo: ¿qué quieres decir con eso? “Pues, - me contestarás – que la ciudad no tendrá ni pórticos ni baños públicos.” ¿Y eso qué significa? Tampoco un herrero le provee zapatos, ni un zapatero le suministra armas a la patria. Por lo que basta con que cada cual cumpla acabadamente con su propia función. ¿No le harías un servicio a la patria dándole otro ciudadano honrado y leal? Por supuesto que sí. “¿Qué lugar, pues – me preguntas – ocuparé en el Estado?” Cualquiera que puedas desempeñar con honor y lealtad. Porque, si por el deseo de ser útil pierdes esas cualidades, ¿qué provecho obtendrá la patria de alguien que se ha vuelto desleal y corrupto?

 25. ¿Han sentado a la mesa a alguien en un lugar mejor que el tuyo? ¿Lo han saludado primero o han tomado su consejo y no el tuyo? Si estas cosas son buenas deberías alegrarte de que al otro le hayan sucedido, y si son malas, no te sientas afligido porque no te sucedieron a ti. Recuerda que si para adquirir cosas exteriores que están fuera de tu control, no utilizas los mismos medios que otros emplean, tampoco puedes esperar que te consideren digno de una participación igual a la que ellos tienen. ¿Cómo podría alguien que no frecuenta la casa de ningún famoso, que no visita y que no adula a los notables, obtener lo mismo que quien hace todas esas cosas?

Serás, pues, injusto y avaro si no estás dispuesto a pagar el precio por el cual estos favores son vendidos y pretendes obtenerlos gratis. ¿Por cuánto se vende la lechuga? Digamos que por cincuenta céntimos. Si alguno paga ese precio y se lleva la lechuga mientras tú, no pagándolo, te quedas sin ella, no imagines que el otro te ha aventajado en algo. Porque, así como él tiene la lechuga, tú seguirás teniendo los cincuenta céntimos que no gastaste. De modo que, si no has sido invitado al banquete de una persona, es porque no has pagado el precio al cual ese banquete se vende. Y se lo vende por adulaciones; se lo vende por reverencias. Paga, pues, ese precio si te conviene. Pero si pretendes no pagar el precio y aun así recibir los favores, eres un avaro y un imbécil. ¿Crees que, si pierdes ese banquete, no obtienes nada a cambio? Pues, todo lo contrario: obtienes el no haber adulado a quien no quieres adular y el no haber tenido que soportar el trato que ese engreído dispensa a quienes lo visitan.

 26. La voluntad de la naturaleza puede ser conocida por acontecimientos similares. Por ejemplo, si el sirviente de un vecino rompe una copa, o algo similar, nuestra tendencia es decir: “Estas cosas pasan”. Asegúrate de reaccionar de la misma manera cuando sea tu sirviente y tu copa la que se rompe. Aplica esto en forma similar a acontecimientos más importantes. ¿Ha fallecido el hijo o la esposa de algún otro? Todos dirán en un caso así: “Es el destino humano”. Pero cuando es el propio hijo quien fallece la exclamación es: “¡Oh qué desdichado soy!” Deberíamos recordar cómo nos afecta la misma noticia cuando se trata de los demás.


27. El mal está en la naturaleza como un blanco puesto para enseñarnos a acertar; no para hacernos errar.

 28. Si una persona le diese tu cuerpo al primer extraño que se cruza en su camino, por cierto que estarías enojado. Sin embargo, no tienes ningún reparo en entregarle tu mente a la confusión y a la mistificación ante cualquiera que tenga el capricho de injuriarte.

 29. En cualquier empresa, antes de actuar considera primero los antecedentes y las consecuencias. De otro modo, comenzarás con entusiasmo pero, al no haber pensado en las consecuencias, cuando surja alguna de ellas, desistirás vergonzosamente. Te dirás: “Quiero vencer en los Juegos Olímpicos”. Pero considera lo que antecede y lo que sigue; luego, si es para tu bien, acomete la empresa. Piensa en que tendrás que respetar las reglas, someterte a una dieta, abstenerte de frivolidades. A determinadas horas, te guste o no, tendrás que ejercitar tu cuerpo ya sea que haga calor o frío; no beberás agua demasiado fría y a veces ni siquiera vino. En una palabra, tendrás que entregarte a tu maestro como si fuera tu médico. Luego, durante la contienda, es posible que te arrojen en una zanja, que te disloquen un brazo, que te tuerzas el tobillo, que tragues polvo, que te azoten y al final, quizás pierdas la victoria. Si has evaluado todo esto y tu determinación sigue firme, entonces ve a la contienda. De otro modo, ten presente que actuarás como los niños que a veces juegan a los luchadores, a veces a los gladiadores, a veces hacen como que tocan una trompeta y a veces hacen de actores de una tragedia cuando han visto alguno de estos espectáculos. Así, tú también querrás ser una vez luchador, otra gladiador, ahora filósofo, luego orador, y con toda tu alma no serás nada en absoluto. Como un mono, imitarás todo lo que ves y hallarás placer en dejar una cosa por otra pero todas te hartarán una vez que se han vuelto familiares. Porque no habrás comenzado nada considerándolo en detalle, ni después de haber estudiado el asunto por todos sus lados, ni después de haberlo analizado a fondo, sino en forma temeraria y cediendo a un mero capricho.

Así, algunos, cuando han visto a un filósofo y escuchado hablar a un hombre como Sócrates (aunque, realmente: ¡quién pudiera hablar como él!), de pronto quieren ser filósofos también. ¡Oh hombre, quienquiera que seas! Considera primero la cuestión y luego qué es lo que tu propia naturaleza está en condiciones de sobrellevar. Si quieres ser un luchador, considera tus hombros, tu espalda, tus muslos; porque las personas son diferentes y cada uno está hecho para algo diferente. ¿Crees que puedes comportarte como lo haces y ser un filósofo? ¿Crees que puedes serlo comiendo, bebiendo, enojándote y estando desconforme como lo estás ahora? Pues no; deberás aprender a observar, tendrás que trabajar, tendrás que sacar lo mejor de ciertas tendencias tuyas; deberás dejar a los amigos; tal vez soportar que algún criado te desprecie, que se rían de ti; que te releguen en todo: en magistraturas, en honores, en las cortes o en la judicatura.

Cuando hayas considerado todas estas cosas por entero, medita sobre si despidiéndote de ellas sigues deseando obtener serenidad, libertad y tranquilidad de espíritu. En caso contrario, no vengas aquí. No hagas como los niños, queriendo ser una vez filósofo, otra vez publicano, luego orador y finalmente uno de los oficiales de César. Estos papeles no se condicen. Debes ser una sola clase de hombre, bueno o malo. Debes cultivar, ya sea tu propia facultad de dominio, o bien las cosas externas. Debes dedicarte ya sea a cosas que están dentro de ti, o bien a las que están fuera de ti; esto es: debes elegir entre ser un filósofo o alguien del vulgo.


30. Los deberes se miden universalmente por relaciones. ¿Alguien es un padre? Si lo es, esto implica que los hijos deberán en algún momento cuidar de él, deberán obedecerle en todo, escuchar pacientemente sus reconvenciones, sus correcciones. ¿Me dirás que es un mal padre? ¿Quién te dijo que la Naturaleza, cuando te dio un padre, se obligó a dártelo bueno?

Y esto no se refiere tan sólo a tu padre. ¿Es injusto tu hermano? Pues mantén tu situación respecto de él. No consideres lo que él hace sino lo que haces tú para mantener tu libre albedrío en un estado conforme a la Naturaleza. Nadie puede herirte si tú no lo consientes. Sólo te lastimarán si crees que has sido lastimado. De esta forma, por lo tanto, aplicando la idea a un vecino, a un ciudadano o a un general, podrás establecer los deberes correspondientes si te acostumbras a considerar las diferentes relaciones.


31. Ten por seguro que la piedad esencial hacia los dioses consiste en formarse un concepto correcto de ellos, creyendo que existen y que gobiernan el universo con bondad y justicia. Toma la firme resolución de obedecerlos y acatarlos, siguiéndolos voluntariamente en todos los acontecimientos y considerando éstos como producidos por la más perfecta de las inteligencias. De esta forma nunca dudarás de los dioses, ni los acusarás de haberte desamparado.

Pero hay sólo una forma de hacer esto: retirándote de la aquellas cosas que no están bajo tu control y viendo tanto el bien como el mal sólo en aquellas que sí lo están. Porque si supones buenas o malas algunas de las cosas que no controlas, cuando te desilusiones de lo que deseas o incurras en lo que habrías querido evitar, necesariamente tendrás que culpar y aborrecer a quienes esto te causaron. Porque todo animal está naturalmente constituido para evitar y huir tanto de lo que puede causarle daño como de las causas de lo dañino; y por el mismo principio, todo animal tiene la tendencia a perseguir y querer tanto aquello que lo beneficia como las causas de lo beneficioso.

Así, pues, es imposible que quien se cree herido por alguien sienta también simpatía por quien le hirió, del mismo modo en que es imposible que se alegre por la herida misma. De allí también que, a veces el hijo maldice al padre cuando éste no le imparte lo necesario para su bien y el imaginar que el Imperio es un bien fue lo que causó la enemistad entre Polinices y Eteocles. Por ello, también, es que el esposo, el marinero, el comerciante y todos los que pierden mujer e hijos maldicen a los dioses. Porque allí en dónde está el interés también está la piedad. De modo que, quien regula con cuidado sus deseos y sus aversiones como corresponde, por el mismo principio también se preocupa por ser piadoso. Pues cada uno tiene la obligación de honrar a los dioses conforme a las costumbres de su país, con pureza, sin descuido, sin negligencia, sin mezquindad y sin reticencia.

Notas:
Polinices y Eteocles: eran hijos de los reyes de Tebas. Cuando su padre murió, los dos hermanos se enfrentaron en una guerra en la que ambos murieron.
Piedad: (pietas) : entendida aquí en su acepción original como virtud que inspira, en primer lugar y por el amor a Dios, una devoción a las cosas santas, y, en segundo lugar y por amor al prójimo, actos de amor y compasión. (Cf. Diccionario de la Real Academia).

 32. Cuando recurras a los augures recuerda que ignoras lo que ha de suceder – ya que por eso los consultas – pero la naturaleza de lo que ocurrirá es algo que sabes, al menos si eres un filósofo. Porque si es algo que no depende de ti, de ninguna manera puede ser ni bueno ni malo. Por lo tanto, no le lleves al augur ni deseo ni aversión ya que, si lo haces, te le acercarás temblando. Adquiere primero un conocimiento claro de que todo acontecimiento, sea de la clase que fuere, te es indiferente y no significa nada para ti porque siempre estará en tu poder aprovecharlo para bien y nadie puede impedírtelo. Acércate luego con confianza a los dioses y considéralos tus consejeros. Luego, cuando te haya sido dado el consejo, recuerda qué clase de consejeros has consultado y el consejo de quién ignorarás si desobedeces.

Recurre al oráculo, como Sócrates lo aconsejó, en aquellos casos en los que toda la cuestión se refiere al azar y no puede ser entendida ni por la razón ni por ningún otro arte. Por consiguiente, cuando nuestro deber es compartir el peligro con un amigo o ir en defensa de la patria, es improcedente consultar al oráculo sobre si debemos – o no – cumplir con ese deber. Pues, aunque el augur nos presagie que el hado nos es desfavorable, esto significa tan sólo que hay una muerte, una mutilación o un exilio en nuestro futuro. Pero poseemos raciocinio y éste, aun a pesar de los riesgos, nos dirige hacia el más grande de los oráculos – el dios Pytheo – quien expulsó de su templo a quienes no socorrieron a un amigo cuando éste estaba siendo asesinado por otra persona.

Notas:
Pytheo: Según la mitología griega, Piteo era el rey de Trecén. Se dice que fue tan sabio que comprendió las profecías de Egeo mientras, para todos los demás, las mismas resultaron incomprensibles..

 33. Asígnate una conducta que puedas mantener tanto en forma privada como en público.

Calla la mayor parte del tiempo, o bien habla sólo lo necesario y con pocas palabras. Podemos, sin embargo, entablar un diálogo moderado si se llega a dar la ocasión, pero abstengámonos de hacerlo sobre cuestiones comunes tales como gladiadores, carreras de caballos, campeones de atletismo o fiestas, que son los temas vulgares de conversación. Pero, principalmente, no hablemos sobre otras personas; así evitaremos reproches, alabanzas y comparaciones. Por lo tanto, si te es posible, dirige la conversación con los demás hacia temas apropiados y, si no puedes hacerlo, guarda silencio.

No te rías como un desaforado, ni siempre, ni constantemente.

Evita los juramentos. Si puedes, no jures nunca; si no puedes, lo menos que te sea posible.

Evita los espectáculos públicos y vulgares. Si ocasionalmente debes asistir a ellos, vigila tu comportamiento a fin de que no caigas imperceptiblemente en actitudes groseras. Ten por seguro que, por más íntegra y sana que sea una persona, si conversa con un compañero infectado, terminará infectado él también.

De las cosas relacionadas con el cuerpo, tales como carne, bebidas, vestimenta, casas y criados, aprovisiónate tan sólo de lo necesario. Rechaza y libérate de todo lo relacionado con la ostentación y el lujo.

En la medida de lo posible, prescinde del placer de las mujeres hasta que estés casado; y si gozas de ese placer, hazlo legalmente. Pero no te vanaglories de tu comportamiento ni critiques a quienes viven de otra manera.

Si te comentan que alguien ha hablado mal de ti, no te tomes el trabajo de negar lo que ha dicho. Responde simplemente: “Es que no conoce mis otros defectos. De conocerlos, hubiera hablado mucho más y peor.”

No es necesario que concurras con frecuencia a los espectáculos públicos; pero si se presenta una ocasión apropiada para que lo hagas, no parezcas más solícito con otros de lo que eres contigo mismo, esto es: toma las cosas simplemente como son y que el vencedor sea el que ha vencido; de este modo no tendrás dificultades. Evita por completo las aclamaciones, las burlas y las emociones vulgares. Y cuando te retires no hagas largos comentarios sobre lo que ha sucedido y sobre lo que no contribuye en nada a tu propia educación. De otro modo, por medio de tus comentarios darías a conocer que has quedado indebidamente impresionado con la vulgaridad del espectáculo.

No vayas por propia iniciativa a los ensayos de los poetas y los oradores, ni aceptes fácilmente una invitación para hacerlo. Pero si concurres, mantén tu compostura y tu calma, evitando al mismo tiempo parecer malhumorado.

Si conversas con alguien, y especialmente con una persona de mayor nivel, imagínate cómo se hubieran comportado Sócrates o Zenón en una situación similar. De esa forma no perderás la oportunidad de aprovechar correctamente todo lo que se diga.

Si vas a una audiencia con alguien que está en el poder, imagínate que no lo hallarás en su casa, que no te permitirá pasar, que no te abrirá la puerta, que te ignorará. Si aun a pesar de ello es tu deber concurrir, soporta lo que suceda y nunca te digas: “No valió la pena”. Porque esto es vulgar y propio del hombre deslumbrado por las cosas externas.

En reuniones y conversaciones evita mencionar en forma excesiva y frecuente tus hazañas y los peligros que has enfrentado. Por más agradable que sea para ti mencionar los riesgos que has corrido, no necesariamente es igual de agradable para los demás el escuchar tus aventuras. Del mismo modo, no te esfuerces por hacer reír a los demás. Ésta es una cuestión resbaladiza que puede hacerte caer en la vulgaridad y, aparte de ello, hacerte perder la estima de tus conocidos. Igual de peligrosos son los intentos de tratar temas indecentes. Por lo tanto, cuando suceda algo así y si hay una oportunidad adecuada para hacerlo, censura al que comienza a hablar de ello o bien, al menos, guarda silencio y muestra tu desagrado con la expresión de tu rostro.

34. Si te asalta la promesa de algún placer, cuídate de no dejarte llevar por ella; deja que la situación aguarde tu decisión y procúrate alguna demora. Luego represéntate dos momentos: aquél durante el cual gozarás de ese placer y aquél durante el cual te arrepentirás de haberlo gozado. Hecho esto, en contraposición con lo anterior, imagínate cómo te sentirás si te abstienes. Y si aun así llegas a la conclusión que puedes gozar razonablemente de ese placer, no te dejes dominar por su seducción y por su fuerza agradable y atractiva; considera que lo más excelso de todo placer es el saber que se lo ha dominado y vencido.

35. Cuando hagas algo que, según tu mejor criterio, debe ser hecho, nunca tengas vergüenza de que te vean haciéndolo, aun cuando todo el mundo pueda formarse una idea equivocada de lo que haces. Porque, si no has de obrar rectamente, desiste de la acción misma; pero si tu obrar es recto, ¿por qué habrías de temer a quienes te juzgan en forma equivocada?

 36. Así como la proposición “O bien es de día, o bien es de noche” es muy cierta formulada con partícula disyuntiva y completamente falsa con partícula conjuntiva, del mismo modo el tomar la porción más grande en un banquete es muy apropiado para el apetito corporal pero completamente inconsistente con el espíritu social de una reunión. Por lo tanto, cuando comas con otros, ten presente no sólo el valor que para tu cuerpo tienen las cosas colocadas sobre la mesa, sino el valor del comportamiento que se le debe a la persona que ofrece el banquete.

37. Si has asumido un cargo superior a tus fuerzas, no sólo tendrás un mal desempeño en él sino que perderás el que hubieras podido ejercer con éxito.

38. Cuando caminas tienes cuidado de no pisar un clavo o de no torcerte en pié. De la misma manera, cuídate de no dañar la facultad que gobierna tu mente. Si respetamos esto en cada acción, todo lo que emprendamos lo haremos con mayor seguridad.

39. Para cada uno, el cuerpo es la medida de lo que le corresponde, así como el pié es la medida del calzado. Por lo cual, si te limitas a ello, mantendrás la medida; pero si vas más allá de ello, si en el calzado excedes la medida de tu pié, pretenderás primero un calzado de oro, luego de púrpura y luego otro cubierto de piedras preciosas. Una vez que hayas excedido la medida adecuada ya no sabrás dónde está el límite.

40. A partir de los catorce años a las mujeres se las halaga con el título de “doncellas”. Al percibir que se las considera tan sólo calificadas para darle placer a los hombres, comienzan a adornarse y a poner todas sus esperanzas en su apariencia. Por ello, deberíamos esforzarnos por hacerles ver que las apreciamos, no por sus ornamentos, sino porque son decentes, modestas y discretas.



41. Es un indicio de falta de genio el dedicarle demasiado tiempo a las cosas relacionadas con el cuerpo como el perder un tiempo exagerado en ejercicios físicos, en comer, en beber y en las demás funciones corporales. Todo ello debería ser practicado en forma circunstancial y moderada. Nuestra mayor atención debería estar centrada en el entendimiento.

 42. Si una persona te perjudica o habla mal de ti, recuerda que actúa suponiendo que está bien actuar así. No es posible pensar en que actuaría según lo que te parece bien a ti pero no le parece bien a él. Por lo tanto, si está juzgando a partir de una falsa apariencia, es él quien se perjudica porque él es quien se engaña. Porque si alguien supone que una proposición verdadera es falsa, la proposición no dejará de ser verdadera, pero el que la supuso falsa se perjudicará por su error. Partiendo, pues, de estos principios, tolera con paciencia a la persona que te injuria y, en cada una de esas ocasiones, dirás tan sólo: “Así le pareció a él”.

 43. Todo tiene dos caras; siendo que una de ellas es soportable y la otra no lo es. Si tu hermano actúa de un modo injusto, no te aferres a esa acción por la cara de la injusticia porque por ella no lo podrías soportar. Considera la otra cara de la cuestión: es tu hermano y os habéis criado juntos. De esta forma habrás considerado el asunto por el lado en que se lo puede sobrellevar.

 44. Los siguientes razonamientos no se condicen: “Soy más rico que tú, por lo tanto soy mejor”; “Soy más elocuente que tú, por lo tanto soy mejor”. Lo que se condice es más bien lo siguiente: “Soy más rico que tú, por lo tanto mis propiedades son mayores que las tuyas”; “Soy más elocuente que tú, por lo tanto mi estilo es mejor que el tuyo”. Sin embargo, después de todo, tú no eres ni una propiedad ni un estilo.

 45. ¿Alguien se lava en muy poco tiempo? No digas que se lava mal sino que se lava rápido. ¿Alguien toma una gran cantidad de vino? No digas que no sabe beber, simplemente di que toma mucho. A menos que conozcas la razón por la cual alguien actúa de determinada manera ¿cómo puedes saber si actúa mal? Actuando de esa forma no correrás el riesgo de opinar guiado por las apariencias sino guiado solamente por lo que has comprendido bien.

46. No digas nunca que eres un filósofo ni te pongas a hablar extensamente ante ignorantes sobre los principios que sustentas; limítate a actuar conforme a dichos principios. Así, en un banquete no te pongas a hablar sobre como se debe comer sino come como se debe. Recuerda que fue de esta manera que Sócrates evitó toda ostentación. Y cuando se le acercaban personas pidiéndole que las recomendara a algún filósofo, él iba y las recomendaba; tan poco le importaba que lo pasaran por alto.

De modo que si los ignorantes se ponen a hablar de problemas filosóficos en tu presencia, guarda silencio todo lo que te sea posible. Es muy peligroso vomitar lo que todavía no has digerido. Y si alguno te dice que no sabes nada y no te sientes ofendido por ello, ten la seguridad de que estás en el buen camino. Las ovejas no vomitan el pasto para mostrarle a los pastores cuánto han comido; digieren la comida por dentro y por fuera producen lana y leche. Por lo tanto, procede de similar manera y no expongas tus principios a los ignorantes; muéstrales el comportamiento que producen luego de haber sido digeridos.

47. Si has aprendido a satisfacer las necesidades de tu cuerpo con poco, no te vanaglories de ello. Si sólo tomas agua no te pongas a decir en cada ocasión: “Yo tomo agua”. Considera primero cuanto más frugales y pacientes en el infortunio que nosotros son los pobres. Pero si alguna vez te dedicas al trabajo intenso, hazlo por ti mismo y no para exhibirlo al mundo entero. No trates de llamar la atención con ello. Si estás muy sediento, enjuágate la boca con un poco de agua fría y no se lo digas a nadie.

48. La condición y característica de una persona vulgar es que nunca espera ni beneficio ni perjuicio por causas propias sino siempre por causas externas. La condición y la característica del filósofo es que espera todo beneficio y todo perjuicio tan sólo de si mismo. Al hombre culto se lo reconoce por no censurar a nadie, no alabar a nadie y no acusar a nadie. Es alguien que no habla de sí mismo haciéndose el importante o pretendiendo saber algo. Si en cualquier situación tiene dificultades o fracasos, sólo se acusa a sí mismo, Si es alabado, secretamente se ríe de la persona que lo alaba y, si es criticado, no se defiende; pero se mueve con la precaución de los convalecientes, temiendo mover algo antes de que esté perfectamente curado. El sabio suprime dentro de sí todo deseo, transfiere su aversión sólo a las cosas que menoscaban el empleo adecuado de su libre albedrío. Cuando ejerce un poder activo sobre cualquier cosa lo hace siempre de un modo muy moderado. No le importa parecer estúpido o ignorante y, en una palabra, se considera a sí mismo como un adversario emboscado.

49. Cuando alguien se vanaglorie de su capacidad para comprender e interpretar los libros de Crisipo piensa lo siguiente: “Si Crisipo no hubiera escrito en forma oscura, esta persona no tendría de qué envanecerse. Pues ¿qué es lo que busco? Mi objetivo es comprender a la Naturaleza y seguirla. Cuando pregunto quién la ha interpretado, encuentro a Crisipo y recurro a él.; y si no lo entiendo busco a alguien que me lo interprete.”

Pero hasta aquí no he hecho nada loable, porque cuando haya encontrado ese intérprete, todavía me faltará lo principal, que es seguir sus instrucciones; pues si me quedo admirando tan sólo la interpretación, no me convertiré en filósofo sino en literato. Tan sólo que, en lugar de explicar a Homero, disertaré sobre Crisipo. Por lo tanto, si alguien me pide que le lea a Crisipo, lo que me da vergüenza no es no entenderle, sino que no puedo demostrar que mis actos se hallan de acuerdo y en consonancia con su discursos.

Notas:
Crisipo de Soli: (Siglo III AC) fue uno de los más grandes estoicos. Discípulo de Cleantes es considerado uno de los máximos exponentes de la filosofía estoica. Diógenes Laercio llegó a decir de él: “Si los dioses se ocuparan de dialéctica, utilizarían la dialéctica de Crisipo”.
Homero: (Siglo VIII AC) con este nombre se conoce a un poeta y rapsoda griego al que se le atribuyen las principales poesías épicas griegas: la Ilíada y la Odisea.

50. Sean cuales fueren las reglas morales que te has propuesto, respétalas como si fuesen leyes, como si cometieses sacrilegio al violar cualquiera de ellas. No te preocupes por lo que digan de ti porque, al fin y al cabo, eso no es algo que te deba importar.

¿Cuánto tiempo más piensas tardar en ser digno de los más elevados progresos y en seguir los dictados de la razón? Has recibido los principios filosóficos con los cuales debes estar familiarizado. ¿Qué otro maestro estás esperando para comenzar a enmendarte? Ya no eres un adolescente sino un adulto. Por consiguiente, si continúas siendo negligente y perezoso, y siempre aplazas las cosas añadiendo excusas a más excusas, posponiendo el día en que te dedicarás a ti mismo, se te pasará la vida sin darte cuenta y, sin haber progresado, seguirás siendo alguien del vulgo hasta el día de tu muerte.

En este mismo instante, pues, piensa que eres digno de vivir como un adulto que se perfecciona. Considera todo lo óptimo como una ley inviolable. Y si se te presenta un momento de dolor o de placer, de gloria o de desgracia, recuerda que el combate es ahora. Ahora es cuando comienza la Olimpíada, y no puede ser postergada.

Si te dejas vencer una vez y te entregas, tu progreso se habrá perdido; procediendo de la forma contraria, lo mantendrás. Así es como Sócrates se volvió perfecto, aprovechándolo todo para ser mejor y no escuchando otro consejo que el de la razón. Si bien todavía no eres un Sócrates, debes, sin embargo, vivir como alguien que se ha propuesto ser como él.

51. La primera y más indispensable cuestión en filosofía es la aplicación de los principios morales tales como: “No mentirás”. La segunda es la de las demostraciones, tales como: “Cual es el origen de nuestra obligación de no mentir”. La tercera consolida y articula las primeras dos estableciendo, por ejemplo: “Cual es el origen de esta demostración”. Porque, ¿qué es una demostración? ¿Qué es una consecuencia? ¿Qué es contradicción? ¿Qué es la verdad? ¿Qué es falso? La tercera cuestión es, pues, necesaria para la segunda y la segunda para la primera. Pero la más necesaria de todas es la primera y es a ella que debemos atenernos.

Y, sin embargo, por lo general, hacemos justamente lo contrario: perdemos todo nuestro tiempo en la tercera cuestión, descuidando por completo la primera. Por lo que mentimos, e inmediatamente nos disponemos a explicar cómo se demuestra que no está bien mentir.

52. En toda ocasión deberíamos tener siempre a mano las siguientes máximas:

“Júpiter y Décima, conducidme
doquier vuestros decretos han establecido mi puesto.
Obedezco alegremente, y de no hacerlo,
malvado y arruinado igual tendré que obedecer.”
Cleantes.

“Quien obedece correctamente al Destino
sabio es entre los hombres
porque conoce las leyes del cielo.”
Eurípides, Frag.965

Y este tercero:

“Oh Critón, si así place a los dioses, deja que así sea.
Anito y Melito pueden matarme, por cierto; pero hacerme daño, no pueden.
Platón: Critón y Apología de Sócrates.

amor pendiente



amor pendiente...

Queda
no lo podemos manejar
nos cuesta y duele
no tiene sentidos
cómo salimos?

a amar al enemigo 


Mané 

viernes, 16 de noviembre de 2012

VIOLINES TURBULENTOS - NORMA SEGADES MANÍAS

Libro: A SOLAS CON LA SOMBRA
Capítulo II
RITUALES DE DESIDIA.

VIOLINES TURBULENTOS.
...

Una espira trepando a la demencia,
consumiendo racimos de mordazas
con sus dientes de páramo
y delirio
nos hace prisioneros de contiendas
donde un coro diabólico
desangra
la textura final de los violines...
y una estridencia,
cruel como ninguna,
estalla en los umbrales de los siglos.
Entonces,
turbulentos decibeles
rasgan cada membrana del misterio
con filos de aguijones fugitivos...

escalan, giran, arden,
se consumen,
para nacer después,
cíclicamente,
desde el útero negro del aullido.
Y ya no queda tiempo
ni siquiera
para escuchar las dríadas del alma
morir de soledad
en los abismos.

Norma Segades Manías
Santa Fé - ARGENTINA



Sublíme melodía en violines!
morir y nacer en tus letras
es una bendición
que elijo orgullosa con alegría,
eres admirable mi bella amiga,
una vez más tu voz
expresa tu alma tan pura y cristalina!

Te quierooooooooooooo Manecita

jueves, 15 de noviembre de 2012

AQUÉL

-Aquél que tiene ojos pero no ve.
Aquél que tiene oídos pero no oye.
Aquél que tiene lengua pero no habla.
Ése puede verme como debo Ser visto
Y conocerme como debo Ser Conocido.-


Meher Baba

A ver si nos entendemos



A ver si nos entendemos
en mi vida las decisiones las tomo yo y nadie más!

Mané

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Tiempos de crecimientos


Foto

No todos y en todos los momentos tenemos la sensatez
de observar que es lo que nos separa y nos distancia
casi siempre es la evolución interior
hay muchosss que se creeran
o serán muy ilustres y leídos
pero la realidad es que a nivel espiritual
uno percibe su ser interior elemental
por ello es y son insostenibles
en estar en nuestra vida

martes, 13 de noviembre de 2012

Cada persona

“Cada persona que pasa por nuestra vida es única.
Siempre deja un poco de sí y se lleva un poco de nosotros. Habrá los que se llevarán mucho, pero no habrá de los que no nos dejarán nada.
Esta es la prueba evidente de que dos almas no se encuentran por casualidad.”

Jorge Luís Borges
Foto: Büşra (Turquía) digital art
Para ver el album completo clickea en/To see the complete album click

domingo, 11 de noviembre de 2012

Me gustan esos besos intensos

Foto: Un beso de vértigo.

Me gustan esos besos intensos...
solo pocos los saben dar,
muchos porque se han olvido con los años,
otros nunca se animaron y están llenos de miedos...
otros ni se atreven ni siquiera a conocer y se quedan sumidos en lo conocido
jajajaj y estamos el grupo de los locos
que soñamos con los ojos bien abiertos con ellos
y siempre nos atrevemos ... !!! Mané

¡Se tiene la impresión de que somos marionetas!

.W.: ¡Se tiene la impresión de que somos marionetas!

J-A.M.: No, entre tal hombre y tal mujer, nada está escrito por anticipado, no hay brújula, no hay relación preestablecida.

Su encuentro no está programado como el del espermatozoide y el del óvulo; nada que ver tampoco con los genes.

Los hombres y las mujeres hablan, viven en un mundo de discurso, es eso lo que es determinante. Las modalidad...

es del amor son ultrasensibles a la cultura ambiente.
Cada civilización se distingue por el modo en que estructura su relación entre los sexos.

Ahora, ocurre que en Occidente, en nuestras sociedades, a la vez liberales, mercantiles y jurídicas, lo “múltiple” está en camino de destronar el “Uno“.
El modelo ideal de “gran amor para toda la vida” cede poco a poco el terreno ante el speed dating, el speed living y toda una profusión de escenarios amorosos alternativos, sucesivos, incluso simultáneos..."

Entrevista a Jacques-Alain Miller. Sobre el amor.
Un laberinto de malentendidos cuya salida no existe “Amamos a aquel que responde a nuestra pregunta: ¿Quién soy yo?”
Por Hanna Waar

sábado, 10 de noviembre de 2012

CÓMO SE MIDE LA VIDA


La vida no se mide anotando puntos, como en un juego.La vida no se mide por el número de amigos que tienes, ni por cómo te aceptan los otros.

No se mide según los planes que tienes para el fin de semana o por si te quedas en casa sólo.
No se mide según con quién sales, con quién solías salir, ni por el número de personas con quienes has salido, ni por si no has salido nunca con nadie.

No se mide por las personas que has besado. No se mide por la fama de tu familia, por el dinero que tienes, por la marca de coche que manejas, ni por el lugar donde estudias o trabajas.

No se mide ni por lo guapo ni por lo feo que eres, por la marca de ropa que llevas, ni por los zapatos, ni por el tipo que música que te gusta.La vida simplemente no es nada de eso.

La vida se mide según a quién amas y según a quién dañas.Se mide según la felicidad o la tristeza que proporcionas a otros. Se mide por los compromisos que cumples y lasconfianzas que traicionas.

Se trata de la amistad, la cual puede usarse como algo sagrado o como un arma. Se trata de lo que se dice y lo que se hace y lo que se quiere decir o hacer, sea dañino o benéfico.

Se trata de los juicios que formulas, por qué los formulas y a quién o contra quién los comentas. Se trata de a quién no le haces caso o ignoras adrede. Se trata de los celos, del miedo, de la ignorancia y de la venganza.

Se trata del amor, el respeto o el odio que llevas dentro de ti, de cómo lo cultivas y de cómo lo riegas. Pero por la mayor parte,se trata de sí usas la vida para alimentar el corazón de otros.

Tú y solo tú escoges la manera en que vas a afectar a otros y esas decisiones son de lo que se trata la vida. Hacer un amigo es una gracia. Tener un amigo es un don. Conservar un amigo es una virtud. Ser un amigo es un honor y un privilegio.
autor desconocido


Graciasss
mi querida y bella
amiga July !!!